Todos lo conocían como “Bujía”, aunque su nombre verdadero era Enrique Ernesto Bacci. Se trataba de esos personajes únicos que siempre tiene cada pueblo, en diferentes etapas de su historia. Seres que por distintas circunstancias de la vida, a veces obligados y otras veces por propia decisión, se diferenciaron del estilo de vida tradicional que lleva la mayoría de la sociedad y optaron por hacer de la calle, su lugar en el mundo. Ese fue el caso del popular “Bujía”, ese hombre barbudo que con aspecto un tanto descuidado, surcaba infinitamente las calles de su querido San José. A veces bien, a veces enojado, dependiendo del humor del día, en ciertas oportunidades se lo podía escuchar gritar desde lejos. Con su vozarrón ronco, mientras caminaba y caminaba, solía ir renegando de la vida, de sus injusticias o quizás de las cosas que veía mal en el pueblo. Pero así como una tormenta que se va, por momentos parecía el hombre más calmo del mundo, sobre todo cuando se sentaba en algún cordón de la vereda a contemplar el panorama a su alrededor, junto a su inseparable compañero en las buenas y en las malas: el pucho. Hoy “Bujía” ya no está más con nosotros, pero será recordado como esos personajes pueblerinos que marcaron toda una época, a pesar de que hacía ya bastante tiempo que no se lo veía.
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