Es importante entender que esas soluciones o ideas brillantes suelen llegar en pequeños pasos, no de la noche a la mañana o mágicamente. Las ideas son el resultado de un proceso largo y arduo, un trabajo previo que quizás no estés aprovechando al máximo.
Te propongo algunas recomendaciones para facilitar tu proceso creativo. Este proceso siempre es más enriquecedor cuando se realiza de manera colaborativa, es decir, en contacto con otras ideas y personas.
Conecta con lo que le sucede a tu cliente y contigo mismo. La empatía es el punto de partida, ya que implica descubrir y comprender las necesidades.
Busca inspiración en otros ámbitos. Escucha música diferente, habla con personas fuera de tu círculo habitual, mira películas o videos sobre temas desconocidos para ti, y lee artículos o revistas que encuentres por ahí.
Anota todas las ideas que se te ocurran, incluso las más tontas. Déjalas a la vista y luego intenta unir los puntos; seguramente encontrarás un hilo conductor de alguna manera.
Tómate un tiempo para alejarte un poco del problema, toma distancia y olvídate de los detalles para poder ver las cosas en perspectiva.
Aprende a colaborar, a aceptar las dudas, el fracaso y la ayuda de los demás.
Recuerda que las buenas ideas suelen ser la combinación de muchas ideas pequeñas, que en un principio pueden haber sido malas pero que fuiste mejorando con el tiempo. A menudo idealizamos las ideas finales, pero es importante recordar el trabajo que conlleva llegar hasta allí. Las primeras versiones suelen ser imperfectas.
Detrás de una gran idea y oportunidad hay un gran trabajo que has venido realizando, hay carencias, conocimientos, experiencias y personas con las que te has cruzado que te ayudarán a convertirla en realidad.
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